Es que el problema no es asimilarlo; precisamente, el problema es no hacerlo. Creer que somos una cosa que fuimos, pero que ya no somos. Ya no somos el equipo pequeño de primera pero grande las pocas ocasiones que jugábamos en segunda. Ahora somos un equipo normalito dentro de la segunda división. No es una frase dolida, es la realidad, es lo que somos.
Y lo peor de todo es que no se trabaja asumiendo esta verdad, sino que se sigue pensando y planificando como si el fútbol nos fuera a regalar el ascenso sólo por el nombre, y así no vamos a ninguna parte.
Tenemos pocas probabilidades de ascender cada temporada sencillamente porque hay muchos clubes con más presupuesto que nosotros pero es que, además, la planificación es nefasta año tras año, sin humildad más que de boquilla y, sobre todo, sin la exigencia y el sacrifico que cualquier equipo modesto necesita imperiosamente para suplir la falta de presupuesto con respecto a los rivales.
Si somos un Celta, un Español, una Real de la vida y vamos por ahí como si fuéramos el Real Madrid, pues pasa lo que pasa.
Y lo peor de todo es que no se trabaja asumiendo esta verdad, sino que se sigue pensando y planificando como si el fútbol nos fuera a regalar el ascenso sólo por el nombre, y así no vamos a ninguna parte.
Tenemos pocas probabilidades de ascender cada temporada sencillamente porque hay muchos clubes con más presupuesto que nosotros pero es que, además, la planificación es nefasta año tras año, sin humildad más que de boquilla y, sobre todo, sin la exigencia y el sacrifico que cualquier equipo modesto necesita imperiosamente para suplir la falta de presupuesto con respecto a los rivales.
Si somos un Celta, un Español, una Real de la vida y vamos por ahí como si fuéramos el Real Madrid, pues pasa lo que pasa.