Mamadou Sylla, el triunfo de la humildad
El senegalés empezó a jugar al fútbol «muchas veces sin zapatillas» en las calles de Kédougou antes de llegar a España con diez años
Mamadou Sylla miró al palco de Zorrilla después de anotar con un gran cabezazo su segundo gol ante el Mirandés. Allí estaban su hijo, de cuatro años, y su hija, de tres. «Les vi saltando y con los brazos arriba. Poco a poco se van dando cuenta de lo que hago. Eso sí, me canso más jugando con ellos que en un partido...», sonríe el delantero senegalés en una charla con El Norte de Castilla.
Mamadou Sylla Diallo (Kédougou, Senegal, 1994) ejemplifica el triunfo de la humildad. Los que le tratan a diario subrayan su bonhomía y carácter afable. Sylla ha logrado tres goles y una asistencia en cinco días, claves en las dos últimas victorias del Real Valladolid, pero él se lo toma con naturalidad. Sabe que los parabienes llueven en los buenos momentos. «Hay mucha gente que me ha felicitado estos días, incluso personas con las que no hablaba desde hace un año. El fútbol es un poco así...».
Entre la ristra de felicitaciones aparece la de Ronaldo Nazário, presidente y máximo accionista blanquivioleta. «Entró en el vestuario tras el partido con el Mirandés. Estaba muy contento. Me dio un abrazo y me dijo: 'felicidades, goleador'. Que Ronaldo te diga estas cosas... Imagínate la alegría que supone. No he tenido ocasión de pedirle consejos sobre cómo marcar, pero puede que lo haga...», apunta con otra sonrisa.
De los tres goles anotados en apenas cinco días (uno ante el Eldense; dos frente al Mirandés), Sylla valora mucho el que inició la remontada el pasado domingo. «Había mucha gente delante de mí. Tenía que bajar la pelota y disparar muy rápido, a bote pronto. Sí, era el más difícil de los tres».
Como delantero, Sylla se nutre de los goles, pero su aportación va más allá, abriendo espacios, atrayendo defensas, buscando las segundas jugadas... «Esto al final va por rachas. Los delanteros intentamos marcar, pero es verdad que los años y los partidos te dan la experiencia para mejorar la intuición y definir dentro del área. Espero seguir mejorando. No sé decir cuántos goles acabaré marcando, pero seguro que habrá más. Pero también hay otro trabajo. Yo, desde que he llegado al Real Valladolid, he visto a Kenedy hacer muy buenos partidos, pero como no marca la gente no lo valora mucho. Sí, el gol es todo para un delantero, pero partiendo de la base de hacer las cosas bien, al final todo llega».
La historia futbolística de Mamadou Sylla se inicia en las calles de Kédougou, la mayor ciudad del sureste de Senegal, en una región con minas de oro y hierro. Allí, un Mamadou niño perseguía la pelota de manera jovial... y no con excesivo equipamiento. «Sí, jugábamos en la calle, muchas veces incluso sin zapatillas...». Sylla albergaba los sueños de millones de chavales en todo el mundo y tuvo la oportunidad de plasmarlos gracias a su padre, que había emigrado a España en busca de un futuro mejor para toda la familia.
«Mi padre ya estaba aquí y yo vine con él en 2004. Le dije que me gustaría que apuntase a una escuela de fútbol. Fuimos a Granollers y me inscribieron en el equipo. Creo que el hecho de que mi padre ya estuviera en España permitió que yo tuviera más oportunidades para dedicarme al fútbol. El gran recurso que me aportó fue venir aquí. Otros compañeros o amigos de la niñez no han tenido esa opción».
Sylla destacó pronto como jugador de ataque. Cuando llegó a España había seguido una sabia recomendación paterna: «'Tú di que eres delantero, que son los que marcan goles', me avisó. Antes de venir, no tenía una posición exacta, ya que jugábamos en la calle. Así, que cuando fui a hacer las primeras pruebas eso fue lo que les dije».
El cambio de continente supuso muchos retos para Mamadou Sylla. Al principio, no entendía lo que le pedían en el campo. Los términos futbolísticos se le escapaban, pero en un año ya había hecho grandes progresos con el idioma... y con el balón. «Un día vino un ojeador del Barça, habló con mi padre y le dijo que le gustaría que me incorporara a las categorías inferiores del Fútbol Club Barcelona. Allí empecé en mi primer año de infantil. Cuando fiché, pensé: 'hace dos años estaba jugando allí en la calle y ahora estoy en un club como el Barcelona...'. Pero todo era un poco burbuja. Todo parece bonito y de color rosa, hasta que te das cuenta de que no es así. Vas subiendo de categoría y piensas que llegarás al primer equipo, pero hay tanta competencia que es casi imposible lograrlo. Después del primer año como juvenil me comunicaron que no contaría para la siguiente temporada».
Sylla buscó un nuevo club, pero tardó en encontrar uno que se acomodase a sus intereses. Finalmente, recaló en el Mataró, que había subido a la División de Honor Juvenil y estaba cerca, algo que le facilitaba el transporte. «Fui allí y todo salió muy bien. Jugué diez u once partidos y en todos entraba la pelotita... Me surgieron oportunidades en el Málaga y el Villarreal, pero opté por el Espanyol para hacer allí el último año de juvenil. Estuve dos años en el filial del Espanyol, me cedieron al Racing, ya en Segunda, y a la vuelta ya me incorporé al primer equipo en Primera División».
Sylla debutó en la élite en la campaña 2015-2016 de la mano de Sergio González, entonces técnico del Espanyol. «Son recuerdos muy bonitos. Es verdad que perdimos por goleada en Riazor ante el Deportivo de La Coruña [3-0], pero jugar por primera vez en Primera División es un día que todo jugador espera que llegue...».
Del Espanyol saltó al KAS Eupen belga. «Fue una cesión y todo salió bien. El club decidió ejecutar la opción de compra para venderme inmediatamente al Gante, de los mejores clubes de la liga belga. Lo vi bien, sabiendo la competencia que había. La cosa se fue complicando y en el curso siguiente me cedieron al Zulte Waregem».
Los momentos más duros para Sylla llegaron en el FK Orenburg ruso. «Todo era diferente. Ha sido la peor experiencia que he vivido en el fútbol. Estaba lejos y cuando mi familia quiso ir se cerraron las fronteras por el covid. Cuando íbamos a jugar, me contagie de covid y estuve un mes en el hospital. Cuando salí, la liga se había terminado prácticamente. Todo fue mal».
En cambio, Sylla recuperó su mejor versión en el Girona, equipo con el que anotó once goles en la campaña 2020-2021, incluidos dos en el 'play-off' de ascenso (el equipo catalán cayó en la ronda final ante el Rayo). «Guardo muy buenos recuerdos de la gente de allí. Todavía me mandan muestras de cariño». El curso siguiente, Sylla fichó por el Alavés, en Primera. «Fue un año complicado, con mucha competencia. Las cosas no siempre salen como uno quiere... En enero el Rayo se interesó, fui allí, pero las cosas tampoco salieron como esperaba. A la vuelta al Alavés, una lesión me apartó cuatro meses. Luego volví a jugar y logramos el ascenso, algo histórico para el club y la ciudad».
Cuando el Real Valladolid llamó a su puerta este verano, no se lo pensó. Leganés, Eibar y Espanyol se habían interesado en él, pero la oferta del Pucela resultó imbatible. «Todo surgió en los últimos cuatro o cinco días de mercado y le dije a mi agente que adelante. Firmamos un año con posibilidad de otro, pero aún no hemos hablado nada de prolongar el contrato».
Sus tres goles recientes le han convertido en un nuevo ídolo blanquivioleta. Su familia vive sus éxitos desde Granollers. Mamadou es el mayor de cinco hermanos, tres chicos y dos chicas. Su padre trabaja en una fábrica de jabón. Uno de sus hermanos, Nouhoun, también es futbolista (juega como extremo) y ha formado parte de la cantera del FCBarcelona durante los últimos cuatro años, aunque, como le sucedió a Mamadou, el club azulgrana ha prescindido de sus servicios y ahora juega en el Damm barcelonés de fútbol base.
Mamadou Sylla afronta esta etapa con el Real Valladolid con gran optimismo: «Imagínate conseguir una sexta victoria seguida en el campo del Espanyol... Hay un grupo muy bueno y vamos a pelear por el objetivo del ascenso de una manera u otra».
Él espera seguir marcando goles, mirar al palco y ver a sus hijos felices en Zorrilla. El fútbol vuelve a sonreírle.
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